2010年12月8日星期三

La Morsa

En cuanto al tamaño, es diferente según las subespecies. Las morsas del Pacífico son ligeramente mayores: los machos pesan entre 800 y 1.700 kg y tienen una longitud de entre 2,7 y 3,6 m, en tanto que las hembras pesan entre 400 y 1.250 kg y miden entre 2,3 y 3,1 m. Entre los pinnípedos, sólo algunos elefantes marinos alcanzan un tamaño mayor.


Tienen una piel muy gruesa, de entre 2 y 4 cm de espesor. La piel de los machos presenta a menudo grandes nódulos, que no aparecen en las hembras. Dado que aparecen en la época de la pubertad, parece ser que se trata de una característica sexual secundaria. El pelo recubre todo el cuerpo, a excepción de las aletas. Los machos mudan el pelo anualmente, entre junio y agosto, en tanto que las hembras pueden tardar aún más tiempo en mudarlo. El pelaje de la morsa cambia de color con la temperatura: en el agua tienen un color gris pálido, casi blanco, en agua fría, pero adquieren una tonalidad rosada en aguas templadas, debido a la dilatación de los vasos sanguíneos de la piel y el incremento de la circulación.

Tanto los machos como las hembras poseen dos grandes colmillos que pueden alcanzar un metro de longitud y que constituyen su rasgo más distintivo. Sus extremidades son aletas, que carecen de pelo y están provistas de una piel gruesa y rugosa, que les facilita la movilidad en tierra.

Se han encontrado fósiles de odobénidos, similares a las morsas actuales, que datan del Mioceno medio, hace unos 14 millones de años.

Para los inuit, la morsa ha tenido desde antiguo un importante significado religioso. Además, ha tenido un papel decisivo en todos los ámbitos de la vida de este pueblo, ya que de ella obtenían carne y aceite, y sus colmillos, tanto como el resto de sus huesos, les proporcionaron un inapreciable material de construcción en un clima en el que los árboles son muy escasos; los estómagos de morsa con moluscos Cardium son todavía hoy considerados una exquisitez. La caza de la morsa llevada a cabo por los inuit, sin embargo, era de mera subsistencia y no supuso ningún peligro para la especie. Todavía hoy se permite a los inuit cuotas regulares de caza de subsistencia en Canadá, Rusia y Groenlandia.


Colonia de morsas.Cuando los europeos llegaron a los mares árticos, la morsa se vio por primera vez en trance de desaparecer como especie. Fue objeto de caza intensiva, sobre todo a causa del marfil de sus defensas, cuya calidad sólo es inferior a la del que se obtiene de los elefantes. Las morsas habitaban por la costa este de Norteamérica, hasta Cabo Cod, y en el Golfo de San Lorenzo. En esta zona, en los siglos XVI y XVII se mataron anualmente varios miles de morsas. En el siglo XIX no quedaba ni un solo ejemplar al sur de Labrador. En busca de colonias de morsas todavía no descubiertas, los cazadores fueron internándose en regiones más y más remotas. Puede dar una idea de las proporciones de las matanzas el hecho de que sólo entre 1925 y 1931 fueran cazadas en Baffinland, isla del Ártico canadiense, alredededor de 175.000 morsas. La morsa del Atlántico estuvo por este motivo al borde de la extinción, y, por causas que se desconocen, sus poblaciones siguen sin recuperarse: sólo subsisten hoy 15.000 morsas del Atlántico, una fracción mínima de la población original.

La morsa del Pacífico fue sometida a masacres parecidas, aunque su caza se inició en fecha posterior. Sin embargo, sus poblaciones se han recuperado significativamente gracias a las medidas proteccionistas introducidas por Estados Unidos y Rusia, y hoy cuenta de nuevo con unos 200.000 ejemplares. Por ese motivo, la especie en su conjunto no se encuentra en peligro de extinción.

También la contaminación afecta a las morsas, que son especialmente sensibles a los vertidos de petróleo, ya que los hidrocarburos se depositan en los fondos marinos, lugar en que las morsas encuentran su alimento, reduciendo así el número de sus presas.


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